Activistas por Africa de Estados Unidos acusaron al presidente estadounidense George W. Bush de un maligno abandono del continente africano, cuyos problemas consideraron más peligrosos para el país que el terrorismo islámico.
La economía africana se derrumba bajo el peso combinado de la epidemia de sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), la impagable deuda externa, guerras civiles y otras formas de violencia en países clave, y eso implica una grave amenaza al interés estadounidense en un orden mundial estable, alegaron.
Esas afirmaciones fueron realizadas por Acción por Africa y las filiales en el país de Red Jubileo y Amnistía Internacional, entre otras organizaciones no gubernamentales (ONG), una semana después del día en que Bush había previsto terminar su primer viaje a Africa, que postergó para un momento no definido de este año.
Esa postergación, decidida en nombre de urgentes cuestiones domésticas, mostró que Washington considera a Africa una región de segunda categoría, según el director de Acción por Africa Salih Booker.
La obsesión de la Casa Blanca con la campaña internacional antiterrorista lanzada tras los atentados de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, y su actual preocupación por Iraq y Corea del Norte dejaron los asuntos africanos en una posición marginal, comentaron las ONG.
El interés estadounidense en Africa no va más allá de lo relacionado con su ubicación cercana las reservas petroleras árabes, aseguraron.
Hemos vuelto a los esquemas de la Guerra Fría, afirmó este jueves Booker, cuya organización se creó hace dos años, mediante la alianza de grupos de base que se movilizaron desde los años 50 contra el régimen racista sudafricano del apartheid.
Africa sólo es vista como una pieza útil en el control geoestratégico del petróleo, o como escenario de operaciones militares, aseveró.
Las cuestiones africanas deberían estar en el centro de la política exterior estadounidense, para dar prioridad a los problemas internacionales más desestabilizadores y urgentes, opinó el activista.
Entre esos problemas está la pandemia de sida, que ha causado la muerte de casi 20 millones de africanos y dejado huérfanos a otros 12 millones, por lo cual implica la mayor amenaza actual a la seguridad humana, mucho más letal que el terrorismo o la presunta existencia de armas de destrucción masiva en Iraq, arguyó.
Acción por Africa y otras ONG presinan para que Bush pida al Congreso autorización para otorgar por lo menos 3.500 de millones de dólares anuales al Fondo Mundial contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, al cual Estados Unidos aportó sólo 500 millones de dólares en los dos últimos años fiscales.
Ese fondo carece en la actualidad de recursos suficientes para los proyectos que desea impulsar en Africa y otras regiones devastadas por el sida, y sus responsables calculan que necesitarán más de 10.000 millones para 2005, y 15.000 millones para 2007.
Esa sería la inversión más importante y eficiente de Estados Unidos en el futuro del mundo, sostuvo Booker.
El Consejo Nacional de Inteligencia pronosticó en septiembre que el sida causará en los próximos 10 años desastrosos efectos en cinco grandes potencias regionales, Rusia, China, India, Etiopía y Nigeria, pero la Casa Blanca le asigna mucha menor importancia presupuestaria que a la lucha antiterrorista, apuntó.
En el futuro, nos preguntarán sobre el sida en Africa como ahora se pregunta sobre el holocausto (de judíos cometido por el nazismo), o sobre el genocidio en Ruanda en 1994, dijo el activista.
Y la pandemia de sida recién está en sus comienzos, agregó.
La enorme deuda externa africana crea grandes dificultades en el combate contra el sida de los gobiernos del continente, destacó Marie Clarke, coordinadora nacional de la Red Jubileo.
Esa deuda implica pagos de 14.500 millones de dólares anuales, y en su mayor parte corresponde a préstamos otorgados en el marco de la Guerra Fría, cuando dictadores apoyados por las potencias occidentales fueron instados a pedir grandes créditos para proyectos de escaso o nulo valor para los pueblos africanos.
El dinero que se destina en Africa a pagos de deuda externa podría ser usado para reconstruir sobrecargados sistemas sanitarios, muy debilitados durante dos décadas por programas de ajuste estructural recomendados por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, a cambio de nuevos préstamos, y apoyados por Estados Unidos, apuntó Clarke.
No podemos hablar de la lucha contra el sida si no hablamos de la deuda, aseveró.
El Fondo y el Banco administran el programa para Países Pobres Fuertemente Endeudados, cuya intención declarada es reducir el peso de la deuda externa sobre esas naciones, pero admiten que ese alivio no será suficiente para que las deudas de muchos países africanos afectados por el sida se vuelvan sostenibles, y mucho menos para que puedan frenar la pandemia, según Clarke.
Millones de personas morirán mientras nuestro gobierno posterga una cancelación de deudas que puede salvar sus vidas, y eso contribuye el resentimiento contra Occidente en países pobres, arguyó.
Washington dice defender los derechos humanos, la democratización y la resolución pacífica de los conflictos que han causado la muerte o el desplazamiento forzado de cientos de miles de africanos, señaló Adotei Akwei, de la filial estadounidense de Aministía Internacional.
Pero en los últimos años, la obsesión de la Casa Blanca por la seguridad y el combate al terrorismo ha fortalecido a gobiernos represivos africanos, en especial en la región oriental del continente y en el Cuerno de Africa, donde se ha producido un gran despliegue de tropas estadounidenses, sostuvo.
Ese proceso es muy notorio en Kenia, Djibouti y Etiopía, pero hay situaciones similares vinculadas con asistencia militar de Washington en todo el continente, según Akwei.
Un ejemplo son los países productores de petróleo de Africa occidental, cuya participación en las importaciones estadounidenses de petróleo se espera que aumente de 15 por ciento en la actualidad a 25 por ciento en 2020, explicó.
Estados Unidos aoya mucho más a las fuerzas de seguridad que a los derechos humanos, la democratización, la salud y la educación, según el activista. (